miércoles, 17 de diciembre de 2014

El desafío da Vinci pone a prueba nuestro cerebro

¡200 retos para que demuestres tu ingenio!

Viaja con Agustín Fonseca a la cuna del Renacimiento italiano y averigua los secretos que esconden los retos del mayor genio de la historia. 

Agustín Fonseca es un experto en enigmas y pasatiempos que lleva 30 años desafiando a las mejores mentes del mundo. Saltó a la fama por ser el autor de las cuatro ediciones de El Juego Más Difícil del Verano, publicados por El País Semanal. Solo en su primera edición participaron más de 300.000 jugadores, que compitieron por un premio de 60.000 euros. 
Agustín Fonseca se ve inmerso en una extraña aventura para desvelar los misterios del mayor genio de todos los tiempos: Leonardo Da Vinci, en este libro, que se titula El desafío da Vinci (Oberon) y que contiene 200 retos para demostrar tu ingenio. 

Todos los detalles del libro y cómo jugar están en este enlace:

martes, 16 de diciembre de 2014

Pepa

En las sesiones dedicadas a la memoria hemos aprendido a acostumbrarnos a elaborar fichas de allegados. Se trata de unas tarjetas en las que recogemos personajes y anécdotas que nos pueden servir de inspiración para un relato o como personaje dentro de una novela.
Conchi Gómez se ha atrevido a escribir su propio relato de un familiar con una historia digna de buena literatura.

Pepa
Se llamaba Pepa y nació en Ceuta. A Pepa la conocí de verdad cuando tenía unos treinta y tantos años. Era una mujer peculiar...
Era guapa, muy llamativa, buena y con una inocencia increíble. Pero también era muy trabajadora y tenía una gran obsesión por la limpieza. Pero lo más destacable de ella era el lema que llevaba por bandera: ser decente. En cualquier conversación siempre pronunciaba esta palabra, "decente". Sin embargo, los que la veían por la calle podrían pensar todo lo contrario de ella. Por eso, creo que no tenemos que juzgar a las personas por su aspecto.
Como ya he comentado, una de sus manías era la limpieza; hasta tal extremo, que ataba a sus sobrinos a las patas de las sillas para que no pisaran cuando ella había fregado.
Vivía en lo que antes se llamaba un patio de vecinos con un pasillo estrecho que al final se abría en un amplio cuadrado donde tenía su casa, la cual estaba conformada por dos habitaciones, un comedor y un dormitorio. Fuera estaban la cocina y el aseo. No necesitaba más para vivir feliz con su madre.
Tenía un novio militar con quien salía a pasear, acompañada por su madre. Llevaba siempre medias, pero no se depilaba las piernas. Recuerdo que al cabo de un par de años su novio la dejó y viéndolo desde la perspectiva actual, creo que fue porque nunca consiguió tocarla...Tal era la obsesión de Pepa. Desgraciadamente, aquella decepción amorosa terminó por perturbar a Pepa, pues no supo aceptar ni remontar la situación. 
Un día, paseando con su madre, se le acercó un señor muy rico que le pidió "adoptarla" (así lo contaba ella), pero como era decente no lo consintió. Afortunadamente, terminó encontrando a un hombre bueno que supo valorar su bondad, su inocencia y su corazón de oro, a pesar de su desequilibrio mental. Acordaron la boda y yo le hice su traje de novia.
Pasaron muchos años hasta que un día me enteré que vivía en Fuengirola. Conseguí averiguar algunos datos para localizarla. Lástima que cuando preguntaba por ella, la respuesta que me daban era: "Sí, es una que se pinta mucho los ojos y no tiene muy bien la cabeza". Logré llegar a su casa. Cuando llamé a la puerta, me abrió a medias y su imagen me impresionó. Había envejecido -como era normal-, estaba con un camisón bonito y llevaba los ojos exageradamente maquillados; me recordaba a Bette Davis en la película ¿Qué fue de Baby Jane? Al reconocerme, abrió la puerta por completo.
Pude conversar con ella un rato y, aunque sentía un cariño bañado por una pena agridulce, rápidamente consiguió que abandonara ese sentimiento. Me contó que seguía con su marido y que era muy feliz. Me mostró las fotos de sus hijas, tan guapas como ella. 
Al final, me quedé tranquila y me alegré por ella pues, aun con su pequeña locura, había logrado ser feliz.


Je me souviens/ Me acuerdo


El última tema que hemos trabajado en el taller de escritura creativa de adultos ha estado relacionado con la memoria como herramienta de ficción literaria. Uno de los ejercicios propuestos ha sido la recopilación de "Me acuerdo", como forma de emular y homenajear a Georges Perec, quien a finales de los años setenta publicó su  Je me souviens: Les choses communes, un peculiar volumen en el que recopilaba una serie de recuerdos breves de su infancia y juventud y que de una manera constituía una crónica de toda una generación.


Nosotros en el taller de escritura de adultos hemos querido hacer algo similar. He aquí algunos de nuestros guiños y recuerdos:

Me acuerdo de un muñeco que me dejaron los Reyes Magos: se llamaba Paquito, tenía gafas y un pijama a rayas.
Me acuerdo del vestido de mi Comunión, colgado frente a mí. No me podía dormir mirándolo...
Me acuerdo de lo mal que me sentí cuando mi madre me dejó en el colegio.
Me acuerdo de cuando se me caía un diente y cada día se lo llevaba a uno de mis tíos para el ratoncito Pérez.
Me acuerdo cómo lloraba mi madre cuando murió mi padre.
Conchi Gómez Serrano

Me acuerdo del crucifijo asomando por la cesta de mimbre.
Me acuerdo de las conversaciones en las escaleras del patio con mi hermano.
Me acuerdo de cuando Anita Aragón se cortó con un hierro oxidado.
Me acuerdo de la claustrofobia intelectual.
Me acuerdo del 4L burdeos. 
Me acuerdo de mi amiga Toñi cantando canciones de anuncios.
Ana Eugenia Venegas

La caja de música

Aquel domingo de agosto tan caluroso acompañé hasta el aeropuerto de Málaga a mi hermana, que se iba de vacaciones a la isla canaria de Tenerife. A la vuelta, al bajar del autobús, sentí los rayos de sol sobre mi cuerpo y con el abanico atenué el sudor que me caía por la cara.
A las tres de la tarde estaba de vuelta en la casa; muerta de hambre y de sed. Me puse a comer pensando ya en el postre, que sería un helado de chocolate. Después, como estaba tan agotada -por las altas temperaturas-, me tumbé en la cama para dormir la siesta. Entonces, sonó el teléfono: era mi amiga Carmen, que me llamaba para ver si me animaba a dar un paseo por la noche, cerca de la playa, y así refrescarnos con la brisa del mar. Acepté su invitación y quedamos a la hora prevista.
Tras colgar el teléfono volvió a entrarme el sopor y, mientras me dormía, dejé volar mi imaginación a tiempos de mi niñez, recordando la caja de música que mi madre me regaló al cumplir los diez años. En mi memoria está la bailarina que, al abrirse, da vueltas al compás de la mágica música. Yo solía aplaudir al terminar la melodía...Ya estoy cerrando los ojos para seguir soñando.
Josefina Arias
(Diciembre de 2014)